Me llamo 31.99, eso creo, porque lo pone en mi etiqueta. Nací en un supermercado, pero no uno normal, pues el cajero era gigante (trabaja en un instituto y no acostumbra a ver adultos), me agarró con unas afiladas tenazas y me disparó con su rayo láser (lo escaneó para ver el precio). No obstante, él no contaba con mi inmunidad hacia aquel rayo, pues solo logró hacer que su pistola se desactivara tras un ligero “beep” (ya había terminado de escanearlo). Después me metieron en una extraña máquina y, pasado el tiempo, aparecí en un lugar totalmente diferente (a partir de ahora tú imaginas los paréntesis). Luego de sacarme de ahí, me llevaron a donde me encuentro ahora, soy una pizarra de corcho y me hacen acupuntura todos los años, o eso me gustaría, pero este año me han cambiado por un calendario, cosa que no entiendo porque yo estoy mucho más blandito, vivo en una clase, que no tiene nada de clase, pero cada año la clase cambia, por eso no me da tiempo a socializar, o tal vez es porque soy una pizarra de corcho, pero prefiero no darle importancia a eso.
Todos los días me esfuerzo mucho por aprender, pero sin mi acupuntura, no estoy a la altura.
(Adrián Jesús Fernández de Soto)
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